En los últimos años, hemos oído hablar a través
de libros y diversas páginas en internet, de la “Ley de la
Atracción”. Las explicaciones que se ofrecen varían en
función de los autores, y según los casos, tienen una connotación
más bien religiosa o basada en la espiritualidad de la Nueva
Era, o incluso en algunos casos presentan una tendencia más
mística. No me corresponde a mi realizar comentarios sobre esas
explicaciones, ya que todo el mundo es libre de compartirlas o no, ya
sea total o parcialmente. Sin embargo, y contrariamente a lo que
mucha gente piensa, ya que presentan esta ley como algo novedoso, no
es nada nuevo en absoluto. Lo que es nuevo, en todo caso, es su
nombre.
Desde el punto de vista de la filosofía rosacruz,
lo que llamamos la “Ley de la Atracción” es la
síntesis de una ley universal (la Ley del Karma) y de una facultad
del ser humano (la creación mental). La Ley del Karma,
también llamada “ley de la compensación” en numerosos
textos místicos, opera de tal manera que cada uno recoge (o atrae)
tarde o temprano lo que ha sembrado, tanto positiva como
negativamente. Esto significa que nuestro destino está condicionado
en gran medida por lo que pensamos, decimos y hacemos todos los días,
lo que implica a nuestro libre albedrío. Si preciso “en gran
medida” es porque en algunas ocasiones nos vemos confrontados
con eventos que no son de origen kármico, sino que se deben a que es
imposible vivir en la Tierra sin sufrir en mayor o menor medida
ciertas eventualidades.
En cuanto a la creación mental, se trata de la
facultad que nos permite, a través de la visualización, crear
mentalmente lo que queremos que suceda (o queremos atraer a nuestras
vidas). El método que se debe seguir se enseña a los miembros de la
AMORC
desde el inicio de sus estudios místicos, por lo que lo pueden
utilizar regularmente para dirigir sus vidas de la manera más
positiva posible. Sin embargo, sería erróneo sugerir que es
suficiente con desear que esto o aquello ocurra, por muy positivo que
sea, para que realmente suceda. De hecho, es necesario merecerlo
kármicamente. Por otra parte, tenemos que actuar en consecuencia,
pues todo el mundo conoce el dicho “Ayúdate y el cielo te
ayudará”.
De acuerdo con las explicaciones anteriores,
podríamos decir que la ley de la atracción designa más bien el
principio según el cual todo ser humano puede “atraer”
a su vida los acontecimientos que se ajustan a sus más queridos
deseos, pero dentro de los límites del karma, tanto positivo como
negativo, que crea para sí mismo a través de las decisiones que
toma. Esto implica no sólo usar el poder creativo del pensamiento,
sino también esforzarse por pensar bien, hablar bien y actuar bien
en su vida cotidiana. El que logra conciliar estos dos requisitos
aumenta exponencialmente sus posibilidades de vivir feliz, sabiendo
que la felicidad es una búsqueda constante, de cada momento.
En su máxima expresión, la Ley de la Atracción no
es otra cosa que una manifestación de la Ley del Amor. En el plano
físico, es esta ley la que hace que los átomos se atraigan para
formar moléculas, que a su vez se unen para formar sustancias
materiales. En los reinos vegetal y animal, suscita la atracción
entre las polaridades masculina y femenina, por la que las especies
pueden reproducirse. Esta Ley también opera a través del reino
humano, donde se genera no sólo la atracción entre los sexos, sino
también, y quizás sobre todo, entre las personalidades e incluso
las almas. De hecho, es la expresión en la Tierra del Amor
Universal, esa fuerza extraordinaria que es la fuente de toda la
Creación y que, más allá de las apariencias, la anima y la
sostiene